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domingo, 30 de enero de 2011

Confianza, posibilidades .

En ese momento adquirí conciencia de mi insignificancia: tan pronto existes como dejas de existir. Y miré alrededor sin comprender nada: ¿adónde iban esas riadas de coches que circulaban en un sentido y en otro de la Castellana obedeciendo ciegamente las órdenes de los semáforos? ¿Adónde se dirigían esas oleadas de gente que cruzaban aquel mar de cemento en cuanto los coches paraban? ¡Qué sinsentido! Me sentía agotada por un esfuerzo que aún no había empezado a hacer. Y de pronto, en medio de aquel maramágnum, vi a una niña de unos tres o cuatro años que iba tranquilamente de la mano del que supuse que era su abuelo, comiendo una piruleta mayor que su cara, pringada hasta el pelo y rebosando felicidad. A lo mejor a todos los demás nos faltaba aquella piruleta. La piruleta era el talismán para saber hacia dónde íbamos y para qué estabamos ahí. Con la piruleta en la mano dejaríamos de ser olas que cruzaban aquel mar de cemento apresuradamente sin saber muy bien adónde nos dirigíamos. Y de pronto, desaparecieron los coches, y la gente .

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